Esteban
Sarasa Mitos y Ritos feudales en Aragón: El caso de Doña Brianda de Luna
Brianda con don
Luis Cornel y cesando así las banderías entre las respectivas familias (12).
Las categorías
superiores de la sociedad aragonesa necesitaban, pues, defender
la pervivencia y
fortalecimiento del mito feudal para garantizarse su propia libertad y
condición privilegiada, tanto como la continuidad de su estirpe, frente al
resto del conjunto social del país. La aceptación de dicho "mito"
incluiría y exigiría una serie de manifestaciones al uso creadas dentro del
círculo feudal que las alimentaba y para su propio disfrute y correspondencia.
Los torneos, la caza o las fiestas cortesanas tendrían así sus ritos al igual
que la ceremonia de armar caballeros o la liturgia del alto clero al servicio
de la clase feudal; pero dichas manifestaciones serían a su vez ritos
integrantes del conjunto mítico que aureolaba a quienes los practicaban y
asumían.
Con el mismo
valor cultural que los ritos expuestos y comentados, la venganza
por agravios
cometidos a cualquier elemento de un linaje por otro linaje constituiría también
un rito que comprendería facetas como la ayuda de vasallos y familiares de cada
uno de los contendientes, la destrucción de la tierra del causante
del agravio y la
presentación ante el rey -señor feudal en la cúspide de la pirámide
de dependencia y
cabeza de todos los linajes- de los interesados para pedir justicia
o protección
mientras los tribunales -en el caso que nos ocupa, los eclesiásticos-,
proseguían la
causa y determinaban el resultado de la misma.
En el episodio
reseñado, los ritos feudales quedaban también dentro del círculo
de la clase
nobiliar a pesar de que el enfrentamiento era entre pares o iguales
y se implicaba a
otras gentes en el asunto; pero en todo caso se cumplirían los
"ritos"
que sobre el particular contribuían en definitiva a la autoconservación del
"mito"
que todavía no se había diluido, en estas tierras, entre las clases inferiores,
sino que se
mantenía puro y exclusivo como tantas otras manifestaciones de
la cultura de
una clase o categoría social encumbrada y celosa guardiana de la tradición y
costumbres de sus antepasados. La intervención del soberano se integraría en el
propio "mito" como cabeza de serie de todos los linajes y señor de
todos los señores de vasallos, perteneciente a su condición en grado
superlativo y que, en cualquier caso, formaba parte del círculo feudal de sus
vasallos privilegiados por derecho.
En resumen, y
para concluir, la ejecución ritual de la costumbre serviría para
sostener el
"mito" y defender la subsistencia del mismo dentro del círculo de los
iniciados al que
pertenecerían los linajes aragoneses, evitando así la divulgación del rito
entre los grupos inferiores que podía suponer, por tanto, la desmitificación y la
pérdida de la propia seguridad así como el desprestigio frente a las demás
categorías sociales.
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12 Cfr. ZURITA, Anales, lib.X, cap. XLVIII.
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